lejos, muy lejos del suelo,
don't let me fall.

viernes, 21 de mayo de 2010

como pájaros renunciamos a la inmensidad del cielo para dormir en nuestro pequeño lugar.

Cuando te levantaste por la mañana, más o menos temprano, sabías cuáles eran tus obligaciones, y dispuesto y sumiso te disponías a cumplirlas. Aunque no lo llamaras así. Miramos con desgana los deberes de la moral; pero, ¿no son obligaciones también el hambre, el sueño, la sed, el mismo gesto del continuo respirar, la inconsciencia del corazón en su latir? Es más, igual de obedientes somos con las tradiciones del sábado, sin saber desde cuándo es ley de Dios. Divertirnos, en esta fiesta, en este libro, en esta taberna, en este cuerpo, en esta historia, es nuestra más preciada tradición.
Nuestros actos están dirigidos por deberes biológicos bien reconocibles, y también por deberes culturales que nos cuesta más reconocer. Algunos nos hemos rebelado, desobedientes, tanto a unos como a otros. ¿Por qué? ¿Ha sido por nuestro afán psicológico de libertad? ¿Y no es ese afán de libertad una obligación dictada por lo que singularmente somos? ¿Cómo lo sabes, cuándo lo has aprendido? Tu “yo” te obliga a luchar contra lo que es diferente. ¿Luchas acaso porque el egoísmo de los demás está a punto de destruir el mundo? ¿Es que no cumplen ellos, como tú, con sus ingenuos dictados psicológicos? Sabes además que el mundo está sentenciado, y sus días como los tuyos están contados. ¿A qué deber renunciarás para ser tú mismo, para que el mundo cambie o siga siendo igual: al del trabajo, al de la diversión, al del placer, al del descanso, al de la lucha…? El cariño que le tienes al mundo es tu mayor tradición.

Una vez oíste a alguien tenderte su mano: “Abandona ya la casa de tu padre y de tu madre, y ven conmigo al incómodo reino de la verdad, donde tú serás el rey”. Y como ingenuos sanchopanzas le seguimos, sin saber si nuestras aventuras nos llevarían a la gloria o a la perdición. Pero cuando el día termina, hemos de volver a casa. Como pájaros renunciamos a la inmensidad del cielo para dormir en nuestro pequeño lugar. Antes de sucumbir al sueño, caen sobre nosotros el peso de nuestros vuelos. ¿Cuál es el sentido de lo que hemos hecho? ¿Cuál es la nota que nos falta? ¿Cuál el paso que no hemos dado?
Confuso y desconcertado termino de cumplir con mis obligaciones; todas, las que conozco y las que desconozco. Fiel a ellas soy inevitablemente. Y todo el mundo gira y se arremolina movido por el viento, sin saber de dónde viene ni el por qué de haber caído en este preciso lugar. Yo también soy fiel al viento. Frente a él lanzo mi melodía, y la investigo y la sostengo, como un violinista en el tejado.

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